Puede que Ferguson no te diga nada. Un diminuto punto de 20.000 personas en el corazón del medioeste norteamericano. Quizás tampoco te diga nada especial un nuevo tiroteo entre policía blanco y chico negro desarmado. Hay cientos cada semana en Estados Unidos. Esta es una historia frecuente. Cada semana mueren dos negros por disparos de un policía blanco.
Sin embargo, la combinación tóxica de racismo, violencia y desesperanza callejera, policía militarizada y un poder político que tartamudea en lugar de comunicar convierten esa ciudad/barrio al norte de San Luis en buen ejemplo de todo lo que no se debe hacer cuando enfrentamos una crisis social de convivencia.
A Ferguson, hoy bajo el toque de queda, está mirando perpleja la sociedad norteamericana. Hace una semana un chico de 18 años llamado Michael Brown murió bajo las balas de un policía que le dio el alto.
Brown estaba desarmado. La forma en la que el poder explicó lo sucedido fue un disparador de una violencia contenida por 40 años. Ferguson es hoy un escenario semi bélico, con tanquetas y divisiones recorriendo las calles, mostrando un poder agazapado tras las armas y que usa poco las palabras. Según el barrio, en Ferguson la policía es amiga o enemiga.
Por eso esta historia nos deja algunas lecciones sobre como narra el poder sus conflictos, como comunica en una crisis social y como logra (o no) pacificar.
Sobre todo, Ferguson nos vuelve a recordar las pequeñas diferencias que nos enfrentan y las inmensas coincidencias que nos pueden unir… siempre que uno no renuncie a la palabra como camino para entenderse.

1ª Lección: Negar la evidencia no es una opción en una crisis
Esto no es un problema racial
La frase del intendente James Knowles es pura incomunicación: tanta distancia entre la explicación que da el poder a los hechos y la realidad misma de lo que pasa sólo puede empeorar las cosas.
En Ferguson sí hay un problema racial. Cuando Brown nació los negros no eran mayoría. Siempre fue la típica ciudad blanca, protestante y obrera a la que fueron llegando en los últimos 40 años negros del sur buscando escuelas sin segregación, una vida en igualdad de condiciones. Los blancos anglos empezaron a irse a medida que los afroamericanos llegaban. Hoy las cosas en Ferguson son distintas a cuando nació Michael Brown. El 67% de la población es negra pero nunca hubo un intendente negro. Sólo 1 de los 6 concejales que gobiernan es negro y apenas 3 de los 53 policías locales son negros. En el año 2000 los blancos dejaron de ser mayoría en Ferguson (45%). En 2010 los blancos eran apenas un tercio.
El intendente prefirió explicar el suceso en términos más digeribles: las historias de altercados entre policías y jóvenes no son sólo un asunto de Ferguson.
“La historia pasada y presente de Ferguson es que la policía no sabe cómo abordar las necesidades de la comunidad negra”, dice Jeffrey McCune, experto de la Universidad en conflictos raciales.
Según un informe del fiscal general de Missouri, el 86% de conductores parado en Ferguson en 2013 era negro. Son cifras que se repiten en otros suburbios afroamericanos de San Luis y de EE UU.
Es cierto que reconocer el problema racial corre el riesgo de ser un combustible poderoso para el enfrentamiento. Pero ignorar las evidencias no es una buena opción. Enoja a los ciudadanos, violenta la inteligencia. Un ejemplo en Argentina sería la afirmación del gobierno sobre la “sensación de inseguridad”.
2ª Lección. Explicar mal es incluso peor que negar la evidencia
La policía local hizo una autopsia a Brown el domingo pasado, al día siguiente del tiroteo. El martes anunció los resultados en los que certificaba que murió por disparos en pleno día en una calle residencial, pero no especificó cuántos disparos recibió y anunció que el diagnóstico final tardaría cuatro semanas.
Tan poco detalle indignó a la familia Brown. Argumentando “circunstancias extraordinarias”, el Departamento de Justicia de EE UU anunció ayer domingo que efectuará una autopsia al cuerpo de Michael Brown. La decisión mostró hasta que punto el Gobierno federal está incómodo por el modo en que las autoridades de Ferguson están gestionando el caso.

La rueda de prensa de la policía local fue como tirar un fósforo a una lata de combustible. Tras comunicar que el agente (cuyo nombre tardó cuatro días en ser conocido) no tenía información de Brown y sólo le dio el alto, la policía dijo posteriormente que el chico había estado implicado en un robo en una estación de servicio cercana.
Tienes que escuchar los problemas de la gente, no tratarla como criminal, sostiene un agente de la policía local
La policía prometió dar el nombre del agente, pero a las pocas horas volvió atrás en su decisión. Un buen ejemplo de asimetría comunicativa: mientras se conoce el nombre de todos los implicados detenidos en los disturbios, el nombre del agente seguía siendo secreto.
3ª Lección. Renunciar a la palabra implica apostar por la violencia, en cualquier forma
Cada semana muere algún muchacho negro a manos de una policía cada vez más militarizada y agresiva. En el informe War comes home (La guerra entra en casa. La excesiva militarización de la policía en EEUU, realizado por la American Civil Liberties Union se cuenta por ejemplo como los cuerpos policiales locales adquieren más equipamiento y armas estimulados por planes estatales. Hay unos 15.000 items diferentes desde armas a tanquetas que usan distintas fuerzas policiales.

En Canfield, la calle con casas de chapa y edificios bajos de ladrillo en la que fue baleado Brwon, todos tienen historias de excesos policiales.
La policía “no es amigable”. “Si hubiese más policías negros no nos pararían ni arrestarían tanto porque son personas que han estado en nuestros zapatos”, cuentan en el barrio.
Tras varias jornadas violentas, el gobierno del Estado envió a su policía. Cambió a la bastante odiada policía local por la policía del condado, más amable. Como primera medida, bajaron de las tanquetas y los coches, se quitaron las armaduras y caminaron por las calles. El efecto fue inmediato: vino calma, hubo diálogo, policías y vecinos hablaban de lo sucedido. Se miraban a la cara.
La excesiva militarización de la policía, en Estados Unidos y en muchos otros países, debería preocuparnos mucho. Desde 2006, el Pentágono distribuyó 432 vehículos blindados anti minas para las policías locales. Más de 400 vehículos tanquetas, 500 aviones y 93.000 ametralladoras Browing M2 de las que se emplean en Irak para combatir a los yihadistas. Trajes antibalas, uso excesivo de los cuerpos antidisturbios, estética amenazante, mínimo contacto visual son herramientas cada vez más habituales en fuerzas policiales. Los mecanismos de diálogo (típicos en las operaciones de secuestro) son cada vez menos empleados.
La palabra parece no ser una opción en las intervenciones de los cuerpos especiales. El informe War comes Home refiere el caso de un muchacho deficiente que fue tiroteado por los SWAT por acampar furtivamente a las afueras del Alburquerque. 18 policías intervinieron en el operativo.
4ª Lección. En una crisis, no todos quieren paz. Hay que saber quién juega en contra de la convivencia y por qué.
Los disturbios en Ferguson implicaron pillaje, robos, destrozos… El aprovechamiento de la confusión por parte de vecinos que se «victimizan» forma parte de la dinámica de una crisis. El río revuelto es un terreno cómodo para sus actitudes. Distinguir protesta genuina de aprovechamiento del lío es una de las exigencias del poder para conducir una crisis.
Para la prensa, un caso de racismo y protestas es una llave segura a la polémica y el rating así que los medios son actores fundamentales a la hora de calmar la crisis.
Y explicar mal, ser confuso o evasivo, ser incoherente facilitan mucho el trabajo de la polémica: cuanto peor expliques peor serás interpretado.
El mismo poder político, que conversa con sus propios electores, puede jugar a favor del conflicto si piensa que con eso gana a corto plazo entre sus propios adeptos.